Calderas de Gas
20 diciembre, 2017
Congelación de tuberías
8 enero, 2018
Gasóleo, gasoil, diésel, petrodiesel… Son diferentes formas de llamar al combustible que se utilizar para alimentar los sistemas de calefacción, de agua sanitaria o los vehículos, y que adquirió el nombre de su inventor, Rudolph Diesel, quien lo patentó en el año 1892.
Se trata de un aceite denso y pesado elaborado con petróleo e hidrocarburos, pero sin mezclarlo con etanol (como se hace en el caso de la gasolina), con unos aditivos que mejoran su rendimiento.
En el caso del gasoil aplicado a la calefacción de un domicilio, es importante tener en cuenta varios aspectos.
El primero, es que el gasoil no es más caro que el gas natural. A diferencia del petróleo, el gas natural es un combustible fósil no renovable y su creciente consumo mundial podría dar lugar, en un futuro más o menos cercano, a un aumento de la demanda de este elemento y, por consiguiente, a su precio de mercado, y eso a su vez a un mayor agujero en nuestros bolsillos.
También es importante destacar que el gasóleo para calefacción es un combustible limpio. Sí, sí, tal cual lo leéis. El constante desarrollo tecnológico actual abarca mezclas de bajo contenido en azufre que, cuando se mezcla con los biocombustibles, crean una opción de gasoil más limpia que ayuda a reducir las emisiones de metano. Si se crea hollín, este se mantiene dentro del propio tanque.
La esperanza de vida de un sistema de calefacción de gasóleo es de unos treinta años aproximadamente -más si se mantiene adecuadamente-, mientras que uno de gas natural no suele llegar ni a la mitad.
Además, las calificaciones de eficiencia de los nuevos sistemas de calefacción con gasoil van de un 83% ¡hasta un 95%!
Tras echar un vistazo a estas cuestiones, queda claro que el gasóleo es una estupenda opción para instalar un sistema de calefacción en nuestros hogares.
